miércoles, 29 de octubre de 2014

Pilares

Cuando siento en un pletórico reencuentro con lo que almaceno,
ya ni pienso ni convenzo a mi manera lo que andaba diciendo.
Porque me encuentro de lleno con la ausencia de miles de pilares que nunca se forjaron y que creí forjados porque en sueños aparecieron de relleno. Y mi holocausto se hace eco, que aparece como una actuación de teatro donde el hombre desquiciado, golpeado y manoseado por su propia mentalidad debe sentir como se le va desquebrajando su cuerpo. Y aparece en escena miles de candelabros que con la luz del fuego van conformando la actuación, donde se ve la imagen de un tío horripilante, envuelto de magulladuras y voces sangrientas, escupiendo en cada grito de desesperación, por un asco profundo hacia su persona y su situación. Caracterizado de forma cómica, agobiante e histérica. Pero sabemos que el espectador nunca va a querer ponerse en su lugar, su mente puede intervenir por lo sentido, en ayuda. Pero al fin y al cabo, es solo una actuación. Y vemos como este hombre sujeto por cuerdas que cubren todo su cuerpo, grita apontocado en una silla, mientras su condición puede ser abducida dentro de la actuación por unos entes poco blancos y sagrados. Y conoce al hogar penuria. Donde miles de monstruos juegan a comerse, y todo el cuerpo de este hombre debe evacuarse por la sangre que lo recorre. Por la sangre que es suya al convertirse en uno de los monstruos de su mente. Por haber partido los cuatro pilares que sostenían su grandiosa silla al suelo, y haber caído en un pozo recubierto por pinchos y sensaciones estomacales, no gratamente recibidas.  

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máscaras inertes.