Estoy buceando. Surco terrenos lamentables, otros tantos son bastante claros. El fondo es tremendamente oscuro y las algas cosquillean mis nalgas. Hay animales a mi alrededor, pero no logro distinguirlos bien. Ellos me hablan mientras su boca expulsa aire de pulmón y concibe burbujas tan densas como la expiación de los ruiseñores. La similitud y contrariedad de colores avanzan hacia mí como si de una flecha fosforescente se tratara. Me atraviesa. Pronto descubro que soy uno más: Soy yo, un pez de color azul y amarillo, pero siseo. Avanzo con convicción hacia mundos terrenales cubiertos de lodo calcinado. Marcho en círculos, sigo avanzando: y recorro el mismo lugar concentrando mi atención al pensamiento de que esto nunca llegará a parar. Y ahora: otra sombra que se avalanza en mi camino, que me impide, me doblega, y me seduce.
Me preguntaría qué es, pero siempre ha estado ahí. Lo podría intuir en cada estado deplorable de mi vida, no obstante, preferiría que me informaran de ello. Con solo dos herramientas a mano se acerca a mí estimulando mi escrúpulo.
Me preguntaría qué es, pero siempre ha estado ahí. Lo podría intuir en cada estado deplorable de mi vida, no obstante, preferiría que me informaran de ello. Con solo dos herramientas a mano se acerca a mí estimulando mi escrúpulo.
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máscaras inertes.