Y ahora, ¿qué?
Las manos están fecundadas de vehemencia aparente y el equinoccio del tiempo ya no es válido. Habrá que detonar enjambres de mimbre, arcilla y sufragio venal. Habrá que soslayar instantes húmedos de poesía y fugacidad ínfima, ya que los polos que cohabitan en su aire intravenoso asfixian al realzar la voz.
Semos luciérnagas de algo ya perdido que aún está a punto de avecinarse. Semos como retrógrados extensos que palpitan desdiciéndose. Esa expiación que retorna a través de inmensos reencuentros donde hoy, las palabras ya no dan abasto de sí mismas, y el alumbre que un día tuvimos aún está carente de ofrecernos un pellizco de pasividad.
Semos luciérnagas de algo ya perdido que aún está a punto de avecinarse. Semos como retrógrados extensos que palpitan desdiciéndose. Esa expiación que retorna a través de inmensos reencuentros donde hoy, las palabras ya no dan abasto de sí mismas, y el alumbre que un día tuvimos aún está carente de ofrecernos un pellizco de pasividad.
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